domingo, 3 de noviembre de 2013

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Llevo varios días dando le vueltas, pensando en el rol de la mujer a día de hoy, en pleno siglo XXI.

Anuncios como la web de compras Zalando en el que se muestran a mujeres superficiales sólo preocupadas por los zapatos y la ropa, anuncios de yogures en los que las mujeres son las que se deben preocupar por la línea, anuncios de limpieza en el que las mujeres son las que limpian en su hogar y decenas de ejemplos similares. Así como haber escuchado a Pamela Palenciano en Telecinco, una mujer que sufrió maltrato por parte de su pareja cuando era adolescente y ha creado “No sólo duelen los golpes” un monólogo en el que a través de su experiencia intenta transformar los modelos de amor románticos machistas. Una mujer que hace reflexionar sobre como las mujeres de hoy en día seguimos viendo las relaciones de amor, sobre todo las jóvenes. “Estamos educadas para ser las princesas.” 

Se sigue pensando en relaciones de príncipes y princesas en las que ellos nos tienen que rescatar o protegernos porque somos muñecas débiles que nos rompemos con facilidad. Relaciones en las que los celos son considerados como pruebas de amor, si hay celos es que se preocupa y si se preocupa es que me quiere. En nuestra sociedad se supone que los celos son algo normal del amor que se siente hacia la pareja. 

Recientemente en un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid se recoge que el 29% de las jóvenes consideran los celos como una expresión de amor y el 12% cree que sentir miedo de su novio es algo normal.

¿Hacia que modelo de relación vamos? ¿es positivo que nuestros jóvenes vean como ejemplo de relación aquellas relaciones conflictivas que salen en televisión? ¿Sería conveniente educar a nuestros jóvenes para que despierten de los sueños de príncipes y princesas?

Todo esto me ha llevado a pensar de nuevo en un artículo de Luis Bonino, que me pasó Javi, en el que se hablaba de los micromachismos, de como la sociedad sigue siendo machista pero de una manera más sutil, más oculta y disimulada. Es un artículo más que recomendable porque no son las mujeres las que hablan del machismo sino hombres. Hombres que a través de sus comportamientos hacia las mujeres que les rodean (pareja, madre, hermanas, amigas...) se han dado cuenta que la mujer aún sigue sometida a un machismo, sobre todo tradicional, pero que al ser tan sutil ni ellas mismas se dan cuenta.

Comencemos por el principio ¿Qué son los micromachismos? "Los micromachismos son 'pequeños' y cotidianos ejercicios del poder de dominio, comportamientos 'suaves' o de 'bajísima intensidad' con las mujeres. Formas y modos, larvados y negados, de abuso e imposición de las propias 'razones', en la vida cotidiana, que permiten hacer lo que se quiere e impiden que ellas puedan hacerlo de igual modo. Son hábiles artes, comportamientos sutiles o insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente quizás no tanto para sojuzgar sino para oponerse al cambio femenino"

“Todos los micromachismos son comportamientos manipulativos que ocupan una parte importante del repertorio de comportamientos masculinos “normales” hacia las mujeres. Se ejercen intentando mantener y conservar las mayores ventajas, comodidades y derechos que lo social adjudica a los varones, socavando la autonomía personal y la libertad de pensamiento y comportamiento femeninos. Machismo puro y duro y micromachismos se basan ambos en una creencia masculina procedente del modelo de masculinidad tradicional con el que se socializa a los varones.”

En el artículo se nos distinguen varios tipos de micromachismos.

Utilitarios: se dan en el ámbito de las responsabilidades domésticas. Recoge que por tradición, el hombre se encarga de lo público y la mujer de lo doméstico. El hombre no se responsabiliza de lo doméstico de una manera igualitaria o se define como ayudante de la mujer por lo que es ésta la que indica y organiza el trabajo de los demás. O se abusa de la capacidad de servicio de la mujer. Continúa el rol de la mujer como cuidadora al servicio de los demás, se acogen a que las mujeres lo hacen mejor porque son más cariñosas por naturaleza. Se buscan requerimientos de la mujer con un mandato silencioso, a través de gestos o comentarios la mujer cumple sin percatarse aquello que le 'exige' el varón, como ir a por la sal cuando se termina, abrir la puerta cuando llaman... al no existir una orden como tal, la mujer no es consciente de que no lo hace por voluntad propia sino por una “presión invisible”.

Cuando un hombre ayuda de manera igualitaria en las tareas domesticas, en el cuidado de los demás (incluidos animales y plantas) se habla de “que suerte tienes, no te podrás quejar...” La mujer no tiene suerte porque es lo que tiene que suceder, un hogar es cosa de dos y no debe de haber roles de jefe y ayudante.

En el artículo se habla de un ejemplo que a muchos lectores les sonará: “La frecuente pregunta ¿Dónde está?, sin buscar previamente (que tiene el subtexto: búscamelo y dámelo).”

Habla de una “negación de la reciprocidad en el cuidado”. Ellos se comportan como niños al enfermar, pero cuando la mujer enferma o tiene sobrecarga de trabajo, exagera o no saben como ayudarla, de esta manera la mujer no recibe ayuda.

En el ámbito domestico el hombre “se escaquea” no realiza las tareas porque son incomodas o no gustan y se acogen al que no saben hacerlo o lo hacen mal para sólo hacerlo una vez. También, la mujer tiene el rol tradicional de ama de casa que es complicado que abandone porque es la sociedad la que coloca los roles y dificulta los cambios. Luis Bonino ha trabajado con diferentes grupos de varones y puede afirmar que los hombres no se creen sus propias justificaciones. Reconocen que no existe la ignorancia de las labores domésticas, pero que es incomodo y no les gusta por lo que no les importa cargar de este trabajo a la mujer. Reconocen que se escaquean, pero esto no les lleva a cambiar porque debe ser así, la sociedad tradicional así lo impone. El hombre que cumple en el hogar sin ser un mero ayudante, será considerado un 'calzonazos' por el resto de amigos y no como un ejemplo a seguir por el resto de varones.

Encubiertos: Coartan los deseos de la mujer y acaba haciendo lo que ellos quieren. El método más utilizado es el silencio. El silencio siempre es algo incomodo, las personas se sienten en la necesidad de rellenarlos. En este caso, los hombres callan y las mujeres dan explicaciones o información no necesaria. Este silencio suele ir acompañado, como muy bien recoge Bonino, de la “expectativa de telepatía” la mujer debe saber lo que el varón piensa.
Similar al silencio es el aislamiento y el mal humor manipulativo, el varón por no afrontar los problemas y crear una comunicación resolutiva se encierra en sí mismo o se marcha a otra habitación de la casa. El hombre reconoce su falta de comunicación y de esta manera intenta eludirla y consigue que finalmente la mujer se conmueva y acepte lo que el varón le pide.

De la mano de la falta de comunicación de los hombres viene el siguiente tipo. El hombre hace que habla, pero no se bajará de su caballo. Da la apariencia de hablar del problema, pero sabe de antemano que no se llegará a una solución porque no va a moverse de su posición, pero hablar de ello es lo políticamente correcto. ¿Qué mujer no a escuchado nunca “si me lo hubieras dicho de otra manera”? El artículo recoge esta frase como una de las maniobras utilizadas por el hombre para un apartamiento del diálogo y culpar a la mujer por la falta de consenso.

Otra de las maniobras de los micromachismos es utilizar la culpabilidad de la mujer. Hacer sentirse mal a la mujer para salirse con la suya. La mujer tiene la culpa de todo aquello que suceda, haciéndolo mal, incapacidad para hacerlo... el hombre actúa como juez y él es inocente.
El hombre juzga “echando balones fuera” se acoge a las frases de “no me lo dijiste, es tu culpa...” o “se hace el tonto” o el cansado, aludiendo a una torpeza inexistente o a un cansancio provocado por el trabajo externo al hogar.

Cuando una pareja se encuentra en crisis entran en juego otro tipo de micromachismos. Cuando un varón, por motivos externos o internos a la pareja, se siente infravalorado, impotente, abandonado, sin seguridad en sí mismo... utiliza los micromachismos para no romper el status quo impuesto por la sociedad tradicional, el varón por encima de la mujer. No puede perder el poder. El hombre se distanciará, utilizará los tiempos a su antojo, atacará a la mujer por su manera de expresarse (“si lo pidieses de otra manera, si no chillaras...”) atacando a la mujer de manera que el varón puede salir a flote, sientiéndose poderoso y con seguridad en si mismo porque tiene alguien sujeto a sus intereses. Se 'paga' el malestar con los que más quieres.

Bonino concluye en los efectos de los micromachismos: Crean un clima más o menos “tóxico” de agobio y mortificación, que sutilmente va encerrando, coartando o desestabilizando en diferentes grados a la mujer, atentando así contra su autonomía personal y su integridad psicológica si ella no los descubre antes (a veces pueden pasar años sin que lo haga), o no sabe contramaniobrar eficazmente.”

Otros autores hablan de “posmachismo. Luis Lorente recoge en su libro “Los nuevos hombres nuevos. Los miedos de siempre en tiempo de igualdad”, que son posmachismos por haber nacido en el contexto de la posmodernidad, y por haber mantenido desde su aparición una cierta distancia respecto a las posiciones clásicas del machismo o del patriarcado.”

Otros de “neomachista, porque, cada día más, se está transformando en una nueva ideología que se va extendiendo y que se caracteriza, precisamente, por tener miedo a la igualdad. Es una nueva manera de sostener las posiciones machistas de siempre, pero con nuevos discursos y nuevos contenidos.”

Anónimo
Pero los resultados son los mismos. Seguimos viviendo en sociedades tradicionales que impone los roles para el hombre y la mujer. En la que aquellos hombres que intentan crear una verdadera igualdad son raros o señalados por no hacer lo que el resto hacen. En la que aquellas mujeres que tienen a su lado un verdadero compañero, con lo que todo ello conlleva, es una afortunada y no debe quejarse de nada porque es toda una suerte. La sociedad no entiende que es lo que debe ser. No entiende que la mujer no tiene que satisfacer al hombre, debe ser algo reciproco.

Sin duda, una educación centrada en la igualdad, en que no somos príncipes ni princesas, ayudará a crear una sociedad equitativa entre hombres y mujeres. Analizando los comportamientos se llega a la conclusión de lo que hay que cambiar.

Es cierto, que una relación es un pacto entre dos, un contrato en el que los puntos sean negociados entre ambos, uno ceda y el otro ceda. De ahí, la importancia de la comunicación, no se debe ceder terreno a los silencios por lo afrontar los problemas. Siempre se ha dicho que “hablando se entiende la gente”. Pues hablando se crean y se consolidan las relaciones. Hablando se puede llegar a ese pacto igualitario entre hombres y mujeres.


La causa de la mujer es la del hombre (y viceversa): los dos se levantan o sucumben juntos” Alfred Tennyson, poeta inglés.



1 comentario:

  1. Muy bueno tu artículo. Desgraciadamente, los micromachismo, que ya conocía como feminista ferviente, existen. Es una realidad que me da más miedo cuando veo a los adolescentes porque lejos de perderse parece que se acentúa. Tendremos que seguir luchando para que no sea así.

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